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¿Por qué «La favorita» debió ser la favorita?

Columnistainvitado

Por Sandyluz.

Mayúscula sorpresa nos llevamos todos, cuando, luego de haber recibido 10 nominaciones al premio Oscar, la película «La favorita (The favourite)» de Yorgos Lanthimos, apenas ganó una estatuilla («Mejor actriz», obtenido por Olivia Colman), quedando injustamente agónica, ante las multipremiadas «Roma» y «Bohemian Rhapsody». Y no es que no sepamos apreciar el valor intrínseco de los otros filmes; o que tampoco advirtamos que los Oscar tuvieron la tónica de “multiculturalidad”, y que siempre siguen un criterio subjetivo, con tendencia a la elección políticamente correcta: en esta ocasión, dignificar al grupo racial o minoritario desfavorecido. Se piensa que influyó que el director fuera el audaz griego, quien no es considerado parte del gremio fílmico estadounidense; se rumora que era imposible dejar pasar a una película, con propuesta tan bizarra, siendo que había otras contendientes que apelan “mejor” a los valores estadounidenses, y acaso ¿al american way of life? («Greenbook», «Mejor película»). ¿Cómo otorgar tan digna presea a una película del corte de «Roma», la cual fue estrenada y principalmente difundida, en otra plataforma, que no es la sala de cine? La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas deja un mensaje claro, en torno a “quién manda”, todavía…

Hablando de «La favorita» quisiera exponerles al menos tres aspectos que la hicieron pieza única, y por lo tanto digna de ser galardonada: actuaciones, cinematografía, plano connotativo o simbólico, a lo largo de su narrativa, para trabajar el manoseado tema del poder y la manipulación, pero sobretodo, el empoderamiento femenino, en un mundo primordialmente machista, como el de la corte inglesa del siglo XVIII.

En cuanto a los personajes, cabe recordar que las dos actrices de reparto (personajes secundarios) fueron nominadas al premio Oscar; me refiero a Emma Stone (Abigail) y Rachel Weisz (Lady Sara); ambas en constante disputa por los favores de Su Majestad, Queen Ann (Olivia Colman). Todos las peripecias de la trama giran en torno a su lucha por el poder; cada una, haciendo lo propio, e ingenuamente creyéndose manipuladoras de la reina. La virtud de sus actuaciones está brindada por la sutil dirección actoral que las exige polifacéticas y tridimensionales, impredecibles y redondas. En las actuaciones de las tres destaca ese matiz de desesperación en aumento, conforme avanza la cinta; las tres van pervirtiéndose cada vez más, conforme se torna más vulnerable su posición estable y armónica en la corte. Los planos medios cortos (medium shots), close ups y extreme close ups nos muestran su pasmo, rabia y angustia; en conjunto, su involución progresiva, mientras luchan ferozmente por la consecución de su meta personal. Sarah y Abigail saben que sólo puede haber una favorita, por lo cual tratan de impresionar a Ann con todas sus tretas, mientras respectivamente guardan la retaguardia, para impedir que “la otra”, en todo caso rival, les dé la estocada por la espalda. Ann simplemente encarna el aspecto dual de una monarca que debe dar la talla, y que empeña todo el porte y la compostura, ante la Corte y el Parlamento, pero que se desmorona a puerta cerrada, sí por los dolores causados por su pierna enferma, pero sobretodo, por la soledad, la falta de cariño legítimo y las enormes secuelas que carga consigo, al haber sido frustrada madre en diecisiete ocasiones, y al hallarse prisionera y desolada, dentro de su propia vida. Ann muestra a una reina con tesituras de amargura, caprichos exuberantes y rasgos infantiles, que ponen en duda su cordura.

Por otro lado, merece la pena hablar de la cinematografía peculiar de Lanthimos. En su propuesta visual destacan los planos abigarrados, logrados mediante encuadres en picada, contrapicada, planos holandeses (para mostrar desequilibrio y enaltecer o disminuir al personaje). Y qué decir de los planos generales, enmarcados por la redondez peculiar del lente ojo de pescado, el cual estéticamente ya propone una visión distorsionada y no verídica de la realidad. Todo el drama está en constante subes y bajas, debido a las peripecias, pero también con la ayuda de la cámara en mano, la cámara subjetiva y los overshoulders, que le dan ese peculiar sello de subjetividad e imperfección a las tomas. Más allá, mientras se va narrando visualmente la convergencia de los subtramas de Lady Sarah y Abigail, se respetan las tomas “eje”, o centrales, en torno a la Corte, o la alcoba real, en donde, con ayuda del dolly in o dolly out, se exhibe la solidez y edificación de las estructuras imperantes que definen a una monarquía. Y a pesar de mostrar tal congruencia, en el aspecto visual, se alternan de pronto inserts y montajes intelectuales, que dan un toque surrealista a la trama, así como para hacernos leer y mirar entre líneas, o entre tomas; por ejemplo, cuando se intercala un escarmiento de entretenimiento (muy extraño, por cierto), propinado a un hombre gordo, quien es golpeado constantemente con jitomates, para mostrar luego un desacuerdo entre los actantes que convergen en la alcoba real. También hay tomas simbólicas, a través del manejo del color y los elementos dispuestos, como cuando Abigail amanece, cual ángel inmaculado, entre las sábanas blancas de la cama real; toda ella nívea, desnuda y transparente, dispuesta para la antojadiza reina. Por cierto, muy interesantes las tomas, en donde aparecen los conejos-hijos de Ann, esparcidos por doquier, desordenando todo y aludiendo a las inquietudes inocentes e incontrolables de Ann; incluso en el desenlace es muy osada la superposición de planos y tramas, que hace Lanthimos, permitiéndose el uso de disolvencias, para manifestar la intersección, cuando la norma estimaría los cortes directos; todo esto nos lleva a connotar que las apariencias engañan, que hay varias versiones, en torno a un mismo evento, y también, que hay cierto rasgo de perturbación, en cada uno de los personajes decisivos, pues, a pesar de que se sientan en control, dentro del juego de manipulación, puedan terminar manipulados, expuestos y desquiciados.

Por otro lado, «La favorita», desde su título propone, discursivamente, que en las cortes subyacían juegos de intrigas y relaciones lésbicas, empleadas estratégicamente, para ganar el favor de la monarca absoluta. Lanthimos muestra deliberadamente inferiores a los varones, tanto en participación, como en discurso, debido a su propuesta donde las mujeres urden, manipulan y se mueven habilidosamente, detrás de las cortinas, o a puerta cerrada, cuando menos se sospecharía. Mientras los hombres discuten, en grupo y abiertamente en el parlamento, las féminas se filtran en los menesteres y secretos íntimos de Su Majestad, para ganar astutamente su preferencia, salvaguardando, de esa manera, un lugar en la corte; para obtener, sutil, pero implacablemente, el empoderamiento, que las pone incluso por encima del máximo consejero masculino.

 

En todo caso, «La favorita» es un drama muy dignamente logrado; muestra las diversas peripecias que suceden dentro de la corte de la reina Ana Estuardo, fascinándonos con la noción de que las decisiones políticas se tomaban de manera espontánea, subjetiva y tras bambalinas. La narrativa de Lanthimos es jamás predecible, y, además de intrigar al espectador con la dinámica turbulenta de los parlamentos de sus personajes, muestra un aspecto extraño, desconcertante y bizarro, a partir de algo “normal” como un reino. Finalmente, creo que el sello de Lanthimos es lo que hace el punto y aparte con este filme, en relación con otros filmes de corte histórico que rayan en el heroísmo desmedido y en lo cursi. Si bien «La favorita» no ganó la presea máxima, en esta ocasión, es mi recomendación favorita. Sería toda una osadía recordar a la Reina Ann con esa estampa impresa por Lanthimos, que llevó a Olivia Colman a obtener tan merecido premio por su actuación estelar. Así que, ya luego que se desembaracen de «Roma», deberían mirar con ojo astuto esta estrella negra de los filmes de 2018.

Fuente: Lanthimos, Yorgos. «La favorita». Ireland, U.S.A, UK: Element pictures, Scarlet films and Film4, 2018.

IMG_5743Sandyluz. “Detrás de la pluma…” Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…

 

 

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