Por Asfaltos.
El pasado viernes me asaltó una curiosidad inmensa por ver en pantalla con mis propios ojos la nueva versión del clásico animado «Dumbo», remake que la putrimillonaria Disney dispuso para las nuevas generaciones de niños y niñas. La curiosidad -he de confesarlo- se fundamentó en nombres que a continuación enlisto: Tim Burton, Danny DeVito, Michael Keaton y Danny Elfman. Sí, con semejantes nombres, resultaba irremediable que mi curiosidad no solo me asaltara, sino que también me arrastrara al cine -cruzando inclusive la ciudad- para ver la nueva «Dumbo» (2019).
La cinta, que ya reseñó para Reconoce MX mi compañero Cassiel Miranda, resultó para mi sorpresa un producto entretenido. Sí, la verdad es que me la pasé bien en la sala de cine, sobre todo por los elementos ya mencionados, que además -y si no me equivoco- nos regalaron a los fans de otro plus con las menciones a la «Batman Regresa» que les unió por vez primera hace casi 30 años. De hecho, y si van a irla a ver apenas o por vez primera, fíjense bien y verán que por ahí aparecen Tucker Cobblepot -papá del Pingüino de Batman-, así como el mismísimo Pee-wee Herman; ambos como espectadores del circo, para que abran bien esos ojos.
Sin embargo, y como reflexioné tras acabar de ver la película, no queda duda que la «Dumbo» (1941) original sigue y seguirá siendo una película superior. Sí, a pesar de que Tim Burton se sacude un poco -no mucho- el tufo de sus más recientes películas que lamentablemente le tienen muy lejos de sus mejores trabajos ejecutados el siglo pasado. Además reafirmo, como en aquella columna que escribí ya hace tiempo, que la apuesta de Disney por reversionar sus clásicos no ha entregado trabajos superiores que más allá del dinero justifiquen la ejecución.
¿Pero por qué para quien escribe la «Dumbo» original es superior a este remake? Escuchaba que algunos colegas se referían al tono de la cinta, menos «duro» al de la primera y por ello más accesible para los pequeños… Bueno, eso de quienes expresaban sus diferencias con la primera de manera explícita, porque escuchaba o leía también que o ya no se acordaban de la primera ¡o simplemente nunca la vieron! Bueno, a mi parecer la «Dumbo» original es superior porque utiliza de mejor manera los recursos a su disposición para contar una historia más redonda que la del remake.
«Dumbo» fue víctima de su antecesora «Fantasía» (1940) -mi favorita, por cierto-, el sueño de un Walt Disney que le significó una pérdida económica bastante importante. Tras el fracaso en taquilla, las limitaciones financieras para la producción del cuarto largometraje animado de Disney fueron evidentes. Sin embargo, y a pesar de éstas -y como prueba de que el dinero no lo es todo-, «Dumbo» supo aprovecharlas para ejecutar una película económica -que no chafa- en todos los sentidos.
Para empezar toda la trama es muy sencilla. Dumbo es un pequeño elefante de circo que «nació» -o lo dejó la cigüeña- con unas enormes orejas que le hicieron diferente a los demás de su especie. Rechazado por todos, Dumbo solo encuentra consuelo en su madre quien lo ama. Protegiéndolo de todos los demás, sin embargo, la madre de Dumbo es encerrada y clasificada como peligrosa. Ahí entra Timoteo, el ratón, quien se hace amigo de él y le propone ayuda para convertirlo en una estrella para liberar a su madre. Sin embargo no todo va bien. Esa misma noche Dumbo y Timoteo se emborrachan -algo inimaginable en el Disney actual- y amanecen encima de un árbol. Sorprendidos por el asunto, Timoteo asume que llegaron ahí gracias a que el elefante voló; historia que escuchada por un grupo de cuervos es causa de burla. Timoteo, entregándole una pluma que significará confianza para Dumbo, lo lleva a volar para sorpresa de todos. Sí, Dumbo regresa al circo para presentarse en un humillante show de payasos donde desde lo alto de una torre, será impulsado por Timoteo a volar una vez más; aunque aquí pierde su pluma «mágica». Finalmente Dumbo confía en sí mismo y termina por mostrarles a todos su asombrosa hazaña, logrando así con el tiempo el éxito del circo y la liberación de su madre. Sí, una historia sencilla y muy efectiva que se convirtió en un clásico instantáneo.
Como se observa tras ver la película, en «Dumbo» no hay desperdicio de ningún recurso, y para empezar del más preciado de todos: el tiempo. Usando a la perfección cada una de sus escenas, en «Dumbo» todo lo que se nos presenta resulta importante para la película. Sin perderse en explicaciones narradas, observamos en imágenes la dureza de la vida del circo, lo oscuro que puede ser el vivir en él, el sólido vínculo entre madres e hijos y el único interés económico que se vive en ese mundo totalmente adverso para un pequeño en soledad como Dumbo.
Una escena en particular describe de manera perfecta la economía narrativa: sin mayor desarrollo -es decir, sin que tras un suceso la amistad «se justifique»-, en una escena muy contundente Dumbo le toma del rabo al pequeño Timoteo como observamos antes los elefantes lo hacen con los de su especie. Lo que consigue «Dumbo» con tan poco tiempo es una lección para muchas películas actuales que no lo logran con un mayor presupuesto. Pues así como pasamos por la alegría, lo hacemos por la tristeza, por el enojo y por el exacerbado entusiasmo.
Desde luego que la «Dumbo» original tiene sus fallas, como por ejemplo, el que al final de todo mágicamente la mamá de Dumbo sea liberada tras haber sido catalogada como peligrosa, pero tras el conjunto de todas sus virtudes eso termina por no importar tanto. La animación muy bien cuidada, el sonido tan presente, las risas provocadas, las canciones pegajosas y sobre todo la conexión que tenemos con el personaje de Dumbo al que cuando cae queremos que se levante y que cuando vuela sonreímos, hacen de éste un auténtico viaje por la infancia.
Y es que «Dumbo» es una auténtica lección de cine que con tan poco, pero tan bien ejecutado, consigue más que el remake presentado por un Tim Burton al que le apuesto un futuro menos halagador que a la original. Con la bella «Dumbo» de 1941, bastó con presentar de gran manera distintos elementos para hacernos sentir, como dice el personaje de Keaton en el remake, niños una vez más.
Imagen de portada extraída de la película «1941» (1979) de Steven Spielberg.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
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