La violencia e inseguridad ha crecido de manera desbordada en Ciudad de México en los últimos meses. Asaltos, agresiones con armas de fuego, asesinatos, secuestros, extorsiones, robo de autos; todo esto son noticia cotidiana en el día a día y como ha sucedido en todo el país, parece ya algo normal y poco a poco nos vamos insensibilizando al respecto.
Pero hay que algo comienza a diferenciarse, ya que las dimensiones con que un delito puede afectar a las personas depende -como siempre- de la capacidad económica que se tenga para crear sistema de defensas que minimicen los riesgos.
El pasado 6 de mayo, en las calles Francisco Márquez esquina con Mazatlán, en la colonia Condesa de Ciudad de México, se desató una balacera luego de un intento de asalto pero resultó que a quien querían robar era un militar en retiro, escolta del periodista Héctor de Mauleón y quien repeló a los atacantes matando a uno e hiriendo a otro.
Según algunos reportes periodísticos, el salario de este escolta es de unos 45 mil pesos mensuales y en este caso a pesar de todas las críticas, cumplió con su labor. Pero para dimensionar la brecha que existe entre este caso y lo que le puede suceder a la mayoría de las personas, voy a relatar otro hecho que sucedió en la alcaldía Iztapalapa.
El pasado viernes 3 de mayo, aproximadamente a las 22:30 horas, en otro intento de asalto mataron a un joven de 24 años de tres balazos a una cuadra de la casa de su mamá. Él trabajaba en una micro empresa productora de pegamentos y cada 15 días le llevaba dinero a su madre para sus medicinas, ya que se encuentra enferma.
Era un hombre trabajador, hogareño, cuidaba muy bien de su familia y de su mujer y además, se hizo cargos de dos pequeños que no eran suyos. Ahora está muerto a causa de la inseguridad como otros tantos cientos de miles de casos en Ciudad de México y en el país.
Una persona puede tener escoltas que dan su vida por el patrón, mientras otros tantos pierden su vida por unos cuantos pesos. Pero el problema no es necesariamente esta brecha que comienza a ser terriblemente grande, sino de la incapacidad de las instituciones y de los gobiernos para ofrecer seguridad para todos, no importando si se puede pagar o no seguridad privada.
En la Ciudad de México comenzamos a ver y sentir el infierno que solo escuchábamos de lejos, de esas noticias que venían sobre todo del norte del país, donde los homicidios eran cosa de cada día, donde las extorsiones obligaron a miles de micro empresarios a cerrar o de otros que fueron asesinados por no pagar la cuota o el derecho de piso.
De acuerdo a cifras del portal de datos abiertos del gobierno de la CDMX y que retoma Animal Político, “el crecimiento de los casos de homicidios con arma de fuego ha sido sostenido en Ciudad de México: 110 en el primer trimestre de 2016, 170 en el primer trimestre de 2017, 215 en el mismo lapso de 2018 y 289 en este año”.
Y además, “los casos por lesiones con arma de fuego pasaron de 330 averiguaciones en los primeros tres meses de 2016, a 485 en el mismo periodo de 2019, un alza del 48 %”.
Estos datos reflejan el nivel con que ha aumentado al violencia en la capital del país, porque no son solo delitos del fuero común, son ya casos donde la portación de arma de fuego y su uso es algo cotidiano, es decir, un asalto se convierte en un homicidio así sin más.
No es cosa simple esto, ya que de manera preocupante las medidas implementadas por el gobierno capitalino parece que no han tenido los resultados esperados o al menos, caminan de manera muy lenta mientras que los criminales avanzan como si fueran a toda velocidad en un auto deportivo.
El impacto de esto es el daño en el tejido social, en la descomposición de las familias de gente inocente que perdió la vida en un asalto o en un tiroteo; en las pérdidas humanas que se comienzan a acumular y que -ya lo vimos en otros estados del país- la violencia provoca heridas profundas que tardan décadas en cerrar dejando a la sociedad totalmente indefensa y a los gobiernos los exhibe como entes extremadamente inútiles. Pero esperemos que este no sea el caso…
Daniel Higa Alquicira / #ConcienciaRCMX. Estudié periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán (UNAM) y soy un ferviente seguidor de los Pumas; me encanta el fútbol, la música, el cine, la literatura y los viajes. Además de un buen café, la cerveza, tequila y mezcal (puro sabor mexicano). También me encanta platicar con las personas y descubrir lo que piensan y lo que sienten. Soy un enamorado (y lo digo con todo el romanticismo posible) del poder que tienen los individuos para cambiar su entorno a través de acciones simples y que la mayoría de las veces, pasan desapercibidas. La tarea que me he propuesto es encontrarlas y hacerlas visibles.
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