Por Alberto Ruiz Méndez.
En la pasada 66 Muestra Internacional de Cine se proyectaron tres películas a partir de las cuales se puede explorar la relación entre el cine y la política. En este texto quiero ensayar dicha exploración compartiendo las certezas, perplejidades, angustias y dudas que los filmes sembraron en mí. El arte no siempre debe ser un ejercicio de reflexión critica, pero cuando nos anima a hacerlo vale la pena compartir esa reflexión para iniciar una conversación. Brevemente me centraré tanto en la idea principal que quiero destacar de cada película, como en su relación con el ámbito de la política. Las películas a comentar son las siguientes: «Jamás llegarán a viejos» (dir. Peter Jackson, 2018), «En guerra» (dir. Stephane Brizé, 2018) y «Un día más con vida» (dirs. Raúl de la Fuente y Damian Nenow, 2018).
«Jamás llegarán a viejos» es un relato que duele no porque el color y sonido añadido a las imágenes originales nos den una visión más clara de la horrible vida de los soldados británicos en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial, sino porque nos muestra cómo la política es en realidad un juego de vidas y muertes. No es un juego a vida o muerte entre los contrincantes de partidos opositores, es un vergonzoso juego en que la vida y la muerte de las personas no son más que círculos y taches en un mapa, estrategias con soldados de plomo que le permite olvidar a quien toma las decisiones que esos soldados en realidad son hombres que primero dispararon una bala y luego dieron su primer beso –si es que vivieron para hacerlo–. El añadido del color y el sonido a imágenes que originalmente no lo tenían, permite romper una barrera que suelen tener estos viejos documentos visuales, a saber: el creer que estamos ante algo que ya no volverá y que fue inevitable. Aquí el cine nos permite romper esa barrera al ver las entrañas de un caballo, los cuerpos en descomposición de los soldados justo afuera de las trincheras, las ratas muertas apiladas, el color verde del agua con el que se preparaban el té los soldados y el ruido de las balas, las explosiones, los tanques; con todos estos elementos la película logra hacernos sentir no sólo el horror de la guerra en las trincheras, sino la pérdida de la inocencia y la esperanza de quienes combaten. El cine es así una forma memoria prospectiva que nos ayuda a ponernos en guardia frente aquellos que quisieran hacer política con nuestra vida y muerte.
«En guerra» nos cuenta la historia de 1100 empleados franceses de la empresa Perrin que luchan para que, luego de haber aceptado un recorte de salario con la finalidad de salvar a la empresa, ésta no cierre su fábrica y los deje sin empleo. La película aprovecha muy bien los recursos visuales y narrativos del documental y el reportaje televisivo para convertirnos en uno más de esos 1100 empleados y a través de la posición de la cámara y sus movimientos, la puesta en escena de las acciones que vemos en pantalla y la edición nos exige una toma de posición política en relación a un conflicto laboral que sobrepasa los límites de la paciencia. Es una película que nos ayuda a entender, primero, que la política económica mundial está más cerca de lo que pensamos de nuestra vida cotidiana y que nos puede afectar más de lo que imaginamos y; segundo, que no hay decisiones fáciles porque aparentemente la elección fácil es apoyar a los obreros y estar en contra de los dueños; pero cuando advertimos a través de esta historia que la política es un monstruo ciego de mil cabezas que nos devora, nos presenta la encrucijada de ceder o morir enfrentándola.
«Un día más con vida» es una extraordinaria película animada que nos cuenta los últimos días de Angola como colonia portuguesa a través de la experiencia del escritor y periodista polaco Ryszard Kapuscinski. Nuevamente estamos ante una forma de política que sólo ve a las personas como peones de un fin particular, egoísta y mezquino, la política como una forma de aniquilación del otro para gobernar sobre las ruinas de la destrucción que ella misma ha creado. Pero la mirada de Kapuscinski, vertida en una estupenda animación que va de lo onírico a lo realista de un momento a otro, nos permite advertir otra forma de la acción política, a saber: la resistencia. Un acto político también significa no rendirse ante las adversidades ni temer a las consecuencias para contar una historia, para darle voz a quienes esa política mezquina sólo quiere usar como juguete, para mostrarle al mundo los rostros de quienes se juegan la vida por convicciones propias pero que tarde o temprano serán aniquilados. En Un día más con vida vivir es un acto político de resistencia porque cada día es un lucha por conservar el lugar que te da refugio, el territorio que has conquistado, pero también lo es porque siempre hará falta que alguien esté presente para contar la historia de aquellos que sucumbieron ante la cerrazón y la indiferencia. A través de esta película nos damos cuenta que tanto el cine como la política pueden ser una forma de resistencia que preserve la huella de los que perdimos en la batalla y que a través del ejemplo de otros nos de el coraje suficiente para las batallas del día a día.
CineAutopsias. Alberto Ruiz ha vivido en su cabeza desde que descubrió que la vida imita al arte. Ahí dentro estudió filosofía (hasta llegar a ser Doctor por la UNAM), da clases en la Facultad de Filosofía y Letras y en la Universidad Anáhuac, se pasa el día viendo todo tipo de películas y pensando en ellas interminablemente, convive con cuatro perros y cuatro humanos que dicen ser su familia, hace un podcast de cine llamado CineAutopsias y, aunque a veces lo niegue, le preocupa el rumbo que está tomando la humanidad. Fuera de su cabeza es un tipo como cualquier otro, si lo ves en la calle seguro pensarás que está loco.
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