Por Ady’e Rueda.
Internet es la posibilidad más maravillosa de los tiempos modernos. Es un universo casi tan infinito como el que nos contiene aquí y ahora. Sus complejas redes e interconexiones esconden mundos, culturas propias y son hogar de imaginaciones inquietas. Los animadores han encontrado en esta matrix el espacio idóneo para realizar y compartir sus propios sueños y pesadillas, muchas de ellas excepcionales como las del británico David Firth quien un primero de julio de 2004 hizo llegar a miles de espectadores su enloquecedor «Salad Fingers», corto de apenas dos minutos que encantó a la pequeña cibercomunidad fanática de lo extraño.
Salad Fingers es un solitario ser de dedos largos que disfruta de acariciar cucharas oxidadas. Residente de una mente abandonada, vive en medio de la nada en una pequeña y descuidada casa junto a sus amigos imaginarios y a ciertas criaturas que de vez en vez hacen aparición. Pareciera que la locura lo ha absorbido por completo y la vida surrealista que lo acompaña hace difícil distinguir si estamos frente a un desquiciado o a un personaje típico de un cuento de terror. Aunque Firth ha asegurado que no es una serie de horror, su objetivo no es asustar y no quisiera que su trabajo fuera juzgado por la cantidad de gritos o insomnios que pueda causar.
El humanoide verde de dientes podridos habla de placeres y de miedos, de retazos de recuerdos y de tiempos mejores. En algún punto cree que se ha convertido en madre para finalmente darse cuenta de su error y utilizar a su «hijo» para limpiar ventanas. A pesar de que el público lo relaciona con lo horripilante, el autor relata que no es más que el resultado de un apodo y de sugerencias de amigos cercanos; una idea pequeña que tomó la gran forma de un nuevo fenómeno de la cultura pop. Después de 10 episodios finalizados en 2013 creíamos que «Salad Fingers» había llegado a su fin, pero el 30 de enero de este año se estrenó el episodio más largo de la encarnación de una mezcla entre la abuela Firth y Michael Jackson.
Escatológico, violento, perverso y parafílico como lo fue desde el inicio, en esta ocasión se muestra una historia que pretende dar forma a la psique de nuestro protagonista o bien, simplemente hundirnos más en la confusión en la que habita. La animación está pulida y mejor trabajada, atrás quedaron los movimientos acartonados y los trazos simples. El nuevo Hubert Cumberdale nos deja muy claro que algo ha evolucionado. Con todo el poder de Internet, «Salad Fingers» se ha hecho un lugar en la historia de la animación que nos recuerda indudablemente a otros grandes artistas como Jake Lava («Sad Man») por sus historias angustiosas, Ben Wheele («Henry Eats») por sus explícitas repugnancias; Colin Raff («Shreckfiguren à la Mode») por su estilo collage terrorífico y la indiscutible referencia obligada Don Hertzfeld («Rejected») de quien, cualquiera pensaría, Firth obtuvo inspiración.
Bien merecidos los 15 años de éxito del posible zombi y sus más de un millón de suscriptores quienes disfrutan las bondades de YouTube, que con unos clicks nos permite sumergirnos en un inagotable resguardo de tesoros de lo perturbador.
Ady’e Rueda / Marañas negras. Comunicóloga, cuentista y danzarina. Creyente de la UNAM a quien le debo todo. Amante del metal, el terror y los años ochenta. Luciferina estudiosa del arte, el erotismo y la posmodernidad. Fanática de los perros, el mar y lo goth. Excéntrica, cinéfila, melómana y bibliófila. También creo que debe haber islas, allá, al sur de las cosas.
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