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#GIFF2019: «Huachicolero», amor entre combustible

Por Alberto Ruiz Méndez.

En su ópera prima el egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), Edgar Nito, nos cuenta la historia de Lalo, un adolescente de 13 años que está enamorado de Ana, una compañera de la secundaria. A Lalo le gustaría que ella fuera su novia pero, para darle una oportunidad, Ana le pide un regalo. Al carecer de la suficiente cantidad de dinero para comprarle un teléfono, Lalo decide trabajar como huachicolero junto con el Rulo, actual novio de Ana, lo que desencadenará una serie de eventos desafortunados para todos los implicados en esta historia.

Edgar Nito, como él mismo lo contó durante la premier nacional de su película en el marco del Festival Internacional de Cine Guanajuato (GIFF) es “un hijo” del festival y fiel al espíritu de éste dedicó su primer largometraje a contar una historia de su entorno, de su región pero que hoy en día es un tema del dominio nacional. Incluso su personaje principal que es interpretado por Eduardo Banda Vázquez, sin ninguna experiencia previa en la actuación, también es de Irapuato como el realizador.

Ambientada en Aldama, Irapuato, «Huachicolero» (México, 2019) es una película cercana a sus personajes y en especial a su protagonista. Con una cámara intimista pero no intrusiva, Nito nos presenta cada una de las emociones que sus personajes van experimentando con el paso de los sucesos; esta cercanía nos permite empatizar con sus problemas, entender sus elecciones y acompañarlos sin la necesidad de establecer un juicio moral sobre ellos. Conocedor la región en la que fue filmada, el director aprovecha esta ventaja para situarnos sin mayor contexto pero con eficacia en una zona de nuestro país en que la pobreza, la delincuencia y el abuso de poder, no sólo de las autoridades, son la constante en la vida de unos personajes que no tienen una perspectiva clara del futuro y que, por lo tanto, viven para sobrevivir.

 

Es un lugar común destacar que hubo una época en el cine mexicano en que la “provincia” era vista como un lugar idílico, sin tribulaciones; por la forma tan cercana que «Huachicolero» nos sitúa en su región, la película formará parte de esa otra vertiente de nuestro cine que hará de esa “provincia” el lugar idóneo para retratar problemas sociales y humanos muy profundos («Tiburoneros», dir. Luis Alcoriza, 1963 y «Cuento de hadas para dormir cocodrilos», Ignacio Ortíz, 2002). En este caso en particular, «Huachicolero» es una historia de amor que aprovecha el contexto del problema del robo de combustible –“huachicoleo”– para situar a sus personajes en un contexto opresor, de escazas opciones para salir adelante y que, en el caso de su personaje principal, le obligará a madurar sin quererlo o saberlo. Aunque la película no siempre logra un balance adecuado entre el contexto social y la historia de sus protagonistas, quizá su principal mérito es acercarnos a una región, a un problema y ofrecernos una visión íntima de cómo los problemas nacionales afectan la vida de las personas que día a día están buscando la sobrevivencia en medio de la pobreza, la violencia, el amor.

 

 

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