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Por Daniela García Vega.
Leonardo Da Vinci es famoso por sus pinturas e inventos, todos lo conocemos como el gran genio del Renacimiento, pero, ¿qué hay de su otra gran pasión? Esa pasión por el arte que despierta todos los sentidos, que alimenta al cuerpo física y espiritualmente: la comida.
Sí, Da Vinci era amante de la comida y los fogones, le apasionaba crear recetas, “artilugios para ahorrar esfuerzos” en la cocina, establecer modales para la mesa y establecer las condiciones necesarias para trabajar en una cocina. Era lo que se llamaría en estos días un auténtico gourmet.
Sus aportaciones en este ámbito son mucho más importantes de lo que podríamos creer, su gusto por la cocina fue más allá de un simple pasatiempo, aunque no todos estemos enterados de eso.
Todo empezó en su niñez, ya que se dice, su padre adoptivo era amante de los dulces y del buen comer, pasión que le transmite a Leonardo y que él a su vez lleva a otros horizontes. Su primer acercamiento en la cocina se da cuando trabaja en una taberna llamada Los Tres Caracoles. En un principio se desempeñó como mesero, pero tras la extraña muerte de los cocineros, tomó el cargo de la cocina.
Aunque duró poco tiempo ya que sus ideas adelantadas también estuvieron presentes en la cocina debido a que servía porciones muy pequeñas, donde predominaban los vegetales y casi nada de carne ingeniosamente decorados, se podría decir que con Leonardo están los cimientos de lo que más tarde tomaría el nombre de nouvelle cuisine. Pero esto no era lo que los comensales buscaban, así que pronto perdió este empleo.
Junto con su amigo Botticelli abrió una taberna donde por supuesto reinaban sus excéntricas recetas y presentaciones, por lo que tampoco duró mucho este lugar.
Tras estos fracasos se alejó un poco de la vida culinaria hasta que Ludovico Sforza lo contrató como maestro de festejos y banquetes de la corte de los Sforza. Es en este momento cuando comienza a realizar sus creaciones e inventos vinculados a la cocina, plasmados en sus notas de cocina y recetario llamado Codex Ronanoff, documento donde quedará para siempre su herencia en el arte culinario.
Sus inventos fueron desde lo más práctico e ingenioso, como el molino de pimienta inspirado en el gran faro de Spezia y el sacacorchos, usados hasta hoy en día, hasta artefactos complejos como la picadora de vacas gigantes, que parecía más difícil usarla que hacerlo sin ella.
Ahora podemos decir con toda la extensión de la palabra que a Leonardo Da Vinci lo vemos hasta en la sopa, pues la virtud de este genio abarcó prácticamente todo el espectro en el que un ser humano puede manifestarse. Por supuesto no pudo faltar al arte de la mesa y la comida. Incluso muchos de sus diseños eran fabricados con mazapán, azúcar y gelatina.
Yo creo que Da Vinci visualizó en su época lo que hoy en día es intrínseco en el mundo de la cocina y abrió paso a un avance en las maneras de cocinar y ver al acto de comer.
Los dejo con un párrafo donde Leonardo explica a Ludovico Sforza lo que necesita en su cocina para trabajar. Dicho pedimento causó asombro, pero yo estoy de acuerdo con Leonardo, no se qué opinen ustedes.
Establece que para él es primordial tener dentro de una cocina una fuente de fuego constante, provisión constante de agua hirviente, un suelo que esté por siempre limpio, aparatos para limpiar, moler, rebanar, pelar y cortar. Un ingenio para apartar de la cocina los tufos, hedores y ennoblecerla así con un ambiente dulce y fragante. Música, pues los hombres trabajan mejor y más alegremente allí donde hay música. Y por último, un ingenio para eliminar las ranas de los barriles de agua para beber.
La información de este artículo fue obtenida del libro: Notas de cocina de Leonardo da Vinci, La afición desconocida de un genio compilado editado por Shelagh y Jonathan Routh.
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