«Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan […]», Federico García Lorca.
Tribulaciones, tiempos de pruebas y decisiones, es lo que se escucha en cada conversación de cada tema y por todas partes como no recuerdo haber escuchado antes. La crisis de raíz, que ataña a la economía y a los procesos políticos, trata de dibujar esbozos que intentan verse reflejados en la posibilidad de un cambio inminente para unos, que prefieren detener otros…
Sólo lo negativo tendemos a escuchar y a vivenciar en un momento que se perfila de manera cruda y omnipresente, el frenético resultado de abusos sistemáticos a la identidad y sus consecuentes profundos y cotidianos desencantos con olor a sangre…
Con esta indiscutible agenda de pendientes a resolverse en nuestra sociedad, ¿por qué tendría que hablarse de reivindicaciones culturales? ¿Es necesario realmente tomar en cuenta al arte y la cultura en un mundo cuyo panorama es un cúmulo tumultuoso de problemas «por resolverse» con una inminencia apremiante?
El arte y la cultura, actividades propias del espíritu (aún más riesgoso hablar de esto último y de lo que platicaremos más adelante) son consideradas un lujo y no una necesidad. Cosa curiosa que una gran parte de la población se apoye confiada y dócil en un gobernante cuya dirigencia plantearía la supresión de la violencia existente en base a un eficaz y poderoso despliegue de seguridad militar, a actividades de observación preventiva, así como a una participación por parte de la población que se integrase en simulacros. A pesar de no resolver el problema en si, estoy seguro que daría ciertos resultados, pero por otra parte también estoy seguro que un candidato que postulara y defendiera una reforma educativa y cultural como medio de transformación social a profundidad, como planteamiento para resolver los mismos problemas, no contaría con la misma aprobación. Al nombrar los principales problemas como el desempleo, la inseguridad, la violencia social, la discriminación, entre muchos otros más, nos asombra observar con gran claridad que la causa principal de los problemas son la falta de cultura y educación.
Entonces, ¿por qué la economía y la seguridad sociales ven como fenómenos ajenos a la cultura y sus disciplinas? Este hecho se observa en los economistas, financieros y empresarios en general. Su desconocimiento general se ve reflejado en los procesos humanistas y artísticos que repercuten en decisiones incompletas de una sensibilidad fundamental. En palabras de uno de los grandes forjadores de la cultura y civilización occidental, Platón: “sólo quien transita la verdadera educación se ve obligado a superar el sentido común y la forma media y común de ver las cosas, para descubrir lo que hay detrás”. La verdadera educación implica la adopción de una óptica ‘nueva’, que se adquiere cuando uno se aleja de lo cotidiano, o, mejor aún ‘cuando uno comienza a mirar lo cotidiano con ojos diferentes’. Si nuestra sociedad se basa en valores adquisitivos, bienes, intereses, organizaciones burocráticas, reglas y funcionamientos institucionales, así como legislaciones y comportamientos adquiridos entre muchas otras cosas, ¿por qué no nombramos la más importante y fundamental? El valor humano. Y justamente la verdadera educación, la información digerida que está dentro, y que configura el ethos, es lo que puede permitirle a hombres ‘mirar lo cotidiano con ojos diferentes’.
De esta manera el individuo sólo mediante la educación llega a ser justo y a vivir una vida moralmente buena; del mismo modo sólo mediante la educación puede formarse una sociedad moralmente buena y justa.
La función que cumple la educación es la de formar, en primer lugar, a los futuros gobernantes, educándolos en el amor a la verdad y al bien. Es fascinante observar que no se nombra a la economía, ni a las ciencias exactas, ni a las artes bélicas, sino a la belleza y al arte para formar a esta » clase» de gobernante; y como principal disciplina a la música. De esto platicaremos después.
Nota del director : Es para Reconoce MX un verdadero honor y placer el contar con la columna del maestro Rodolfo Ritter Arenas, excepcional músico y ser humano, comprometido con su mayor pasión: la música. Además de su indudable aporte intelectual a este proyecto, que pregona por la apertura y diversidad de voces, el calor humano y sencillez del maestro Ritter son sin duda elementos invaluables que agradecemos profundamente que comparta en nuestro humilde espacio. ¡Bienvenido Rodolfo!
Τέχνη (téchne): Palabra griega que significa arte. Técnica como actividad humana, de ahí su significado etimológico.
Secundo el comentario del director, Rodolfo Ritter es excepcional músico y ser humano, que ahora a través de las letras nos contagia su lucha incansable por «hacer de la música un patrimonio para todos». Saludos maestro!
Felicidades por la columna Rodolfo, saludos.