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Por Pam N.
Ladrón de dinosaurios
Eric Uribares
Cuento contemporáneo
Ficticia, México, 2012, 88 págs.
Una flecha de tinta parece que fuera dirigida por un arquero al papel. Ese arquero es Uribares, quien, con soltura pero con acierto, empapa de frescura las letras mexicanas.
Con un libro compuesto por diez cuentos publicado en Editorial Ficticia, el narrador y poeta Eric Uribares (México, 1979), construye ante los lectores que buscan nuevas propuestas un lugar en el cual es posible guarecerse de lo trillado.
Una decena de narraciones es suficiente para engancharse con la imaginación Uribariana. No cualquier poeta puede hacer a un lado la métrica para dejar al alcance del lector la cotidianeidad de Rulfo, de Sabines, de Paz, de Monterroso; en sí, no es común encontrar el ingenio necesario para aproximárseles de manera desfachatada a la vez que se les guiña un ojo, captarlos con la irreverencia y el aplomo con el que Uribares lo hace.
La atemporalidad del estilo de Ladrón de dinosaurios puede causar la adopción de su narrativa por varias generaciones, pues va deconstruyendo mitos a la vez que inaugura ficciones totalmente ajenas a personajes renombrados. Mientras se lee una historia se acorta la distancia que nos separa a todos de esos íconos de la literatura. Eso es lo que parece saturar el libro, del cual un susurro se escapa de todas las hojas: toma a la literatura de cerca, es tuya, no hay distancias que te hagan distinto a los escritores laureados, a los ídolos mexicanos.
No son las palabras el único soporte de Uribares, pues no se olfatea una construcción con fórmulas prefabricadas ni se apuesta por lograr una obra tapizada de frases subrayables o de aforismos; las historias se pueden mantener de pie por sí mismas, como un dinosaurio redescubierto que, sí, va a seguir ahí.
Después de leer este libro las paletas de hielo pueden encerrar secretos insospechados, los piojos pueden dejar de ser mirados con repulsión y el azar parece ganar más oportunidades para sorprendernos, pues queda la sensación de que cualquier hecho inesperado pudiese pasar con tan sólo dejar que venga a cenar el vecino o descolgar el auricular.
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