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Por Yefté Tello.
Cada día nos encontramos más cercanos a las elecciones presidenciales de nuestro país, por lo tanto, es cada vez mayor la necesidad de desprestigiar al contrario como parte de una estrategia electoral basada en libros sobre guerra. Después del debate del día de ayer, fue demostrado que atacar es una forma de defenderse. Intentar demostrar lo peor de otro contendiente podría ayudar a no ser señalado, sin embargo, la realidad es que es una táctica contraproducente. Cada uno de los candidatos demostró el día de ayer que tiene sus pros y contras y que nadie -absolutamente nadie- está limpio y menos tratándose de figuras públicas como es que los aspirantes son considerados.
Lamentablemente, la política se ha vuelto así. Buscar información, los trapos más sucios y, en el momento adecuado, soltar y difundir la noticia. Probablemente la política siempre ha sido así; el arte de desprestigiar al contrario para obtener el poder. Sin embargo, en este preciso momento de la realidad que vive el mexicano, ¿por qué me atrevo a llamarlo crisis? Simplemente porque la política y la democracia se encuentran pasando por un momento de transición.
Los movimientos sociales y la guerra sucia electoral comienzan a tomar más fuerza conforme nos acercamos al momento de sufragar. Por una parte, tenemos a aquellos que intentan lograr una mejor democracia y sistema electoral a través de la protesta. Por el otro, tenemos a los partidos y sus representantes generando polémica en torno a cada uno de los aspirantes, su ideología, su pasado y su representación. Así es como nos encontramos acercándonos cada vez más al 1º de julio. Con una sobrecarga de información que no ha servido de mucho. Teóricamente podría hablarse de lo mismo de hace 6 años. Desprestigiar por el hecho de hacerlo. Con políticos de 4ª luchando por la silla presidencial. Sin embargo, la importancia en estas elecciones radica en el factor humano, mexicanos que están alzando la voz exigiendo un país mejor, una política mejor, una democracia real y unas instituciones que den la certeza de que el país ha carecido.
En últimas fechas se han destapado rumores o hechos que aún faltan por corroborar. Hasta que se demuestre alguno de los casos, la contienda debe seguir como hasta el momento. Llena de tropiezos y difamaciones que denotan a lo considerado política a la mexicana. Una política sin pies ni cabeza, sin escrúpulos y sin sentido, donde lo importante es llegar al poder y dejar al pueblo a su suerte.
Una crisis en donde el mismo gobernado tiene la culpa por no alzarse antes y permitir que aquellos en el poder se perpetuaran, no obstante, siempre llegará un momento en donde el hartazgo general salga a relucir y ese preciso momento es el que estamos viviendo. Disfrutémoslo puesto que, con una buena organización, los resultados de este alzamiento pueden ser la consecución real de una nueva forma de hacer política que finalice en una nueva forma de elegir a nuestros representantes, es decir, una nueva (o mas bien real) democracia.
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