Por Meraz (de Los Weeds).
Después de un ajetreado viernes de quincena, manejando por el caótico Distrito Federal, fui invitado a Bellas Artes al homenaje de José Pablo Moncayo en el centenario de su nacimiento; el concierto fue interpretado por la Orquesta Sinfónica Nacional con la dirección de Carlos Miguel Prieto.
Era la primera vez que asistía a un concierto en Bellas Artes, mi primera impresión fueron los bellos acabados franceses del recinto, los vitrales, el mármol, las pinturas, un lugar con un colorido y una acústica sumamente acogedora.
La vestimenta de la gente era variada, unas personas iban de gala, otras simplemente con vestimenta casual. Pero eso sí el olor de los perfumes se percibía en todo el recinto.
Mi lugar fue hasta el palco de arriba, al llegar ahí sentí vértigo por la altura y la baja estatura de los barandales, pero una vez que logré sentarme perdí el temor.
Antes del concierto el presidente Felipe Calderón dirigió unas palabras a Moncayo, y como era de esperarse en el actual clima político, fue recibido con aplausos y abucheos que después de unos minutos cesaron.
Después apareció el director Carlos Miguel Prieto y empezó la función. La primera obra fue “Amatzinac”, interpretada por 2 contrabajos, 2 violas, 8 violines, y la flautista Julieta Cedillo hija de Ildefonso Cedillo, alumno de Moncayo, al cual le regalo está versión inédita; la interpretación fue realmente emotiva.
Al terminar la primera pieza, el telón se levantó y apareció toda la Orquesta Sinfónica Nacional y comenzaron a interpretar “Cumbres”, con breves solos de violín, el oboe y el corno inglés con el apoyo especial del arpa, la flauta y la trompeta con sordina.
Después siguieron con“Bosques”, pieza inspirada en elementos de la naturaleza, en donde pudimos escuchar a un Moncayo que juntó el nacionalismo mexicano con el impresionismo europeo.
A Moncayo se le conoce por su famoso “Huapango”, pero mucha gente desconoce otras composiciones del él como su obra “Sinfonietta” que le siguió a “Bosques”, y aunque no tuvo la misma aceptación que el “Huapango”, nos muestra a Moncayo como un compositor no solamente folklórico sino más universal.
Para cerrar con broche de oro, la Orquesta interpretó el tan conocido “Huapango”, que como mexicanos hemos escuchado infinidad de veces, pero muchos desconocen a su autor. Esta obra tiene una gran alevosía en el público mexicano, ya que es una melodía y armonía mexicana transportada a la orquesta, que hace que cualquier mexicano se le erice la piel al escucharla.
Al terminar la gente seguía aplaudiendo en forma de petición y fue increíble ver cómo toda la orquesta se regresó para volver a interpretar el “Huapango”; el director dijo que jamás en su experiencia había visto que una audiencia lograra regresar a toda una orquesta al escenario para volver a tocar.
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